Búsqueda sin fin

Por Graciela Laura.

Con la mirada en el horizonte, desde un edificio alto, casi tocando las nubes está una mujer joven de entre 25 y 30 años, de nacionalidad latinoamericana y con los rasgos típicos de su región: piel morena, de estatura mediana, ojos café, cabello negro, no muy delgada y una peculiar sonrisa. Mantiene una mirada fija y resentida hacia el vacío de la modernidad del territorio que habita en ese momento, y se pregunta ¿por qué y cómo llegó ahí?, ¿cuál es su misión y su sentido en ese lugar? Rememora, decaída y con tristeza, su camino, los recuerdos de su madre muerta y la violencia que ha sufrido en su hogar logran arrancar lágrimas de sus ojos.

Solo puede sentir impotencia por lo vivido y esos recuerdos la entristecen aún más, y más allá de eso recuerda lo que tuvo que pasar para llegar donde está ahora: explotación laboral por los patrones y explotación doméstica por la familia, aquellos que deberían apoyarla se habían convertido en una dulce obligación aceptada con amor. Los estudios serían más fáciles, la capacidad intelectual de esa frágil mujer era grande y su deseo por salir adelante le daba fuerza todos los días para continuar con sus estudios.

Ya con el tiempo el letargo por el cansancio de la rutina se reflejaba en sus ojos, su mirada cada día sería más triste, su enojo y frustración iban creciendo y, a pesar de su juventud y energía, había momentos que sentía que no podía más

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